Los héroes de Malvinas son protagonistas de innumerables historias que emocionan hasta las lágrimas, como ocurrió con Carlos Tomba, quien murió el miércoles. ¿Qué hizo en la guerra? El piloto provocó que los ingleses se “rindieran” a sus pies por sus hazañas aéreas durante los combates en el Atlántico sur.
La noticia del fallecimiento del piloto de combate argentino de 78 años en Mendoza se dio a conocer en las últimas horas del miércoles y su desempeño feroz en los cielos de Malvinas fue tan valioso que tiempo más tarde fue condecorado con la medalla “La Nación Argentina al valor en combate”.
En Malvinas, Tomba participó en media docena de misiones de combate, que consistían en vuelos rasantes para dificultar las operaciones de los helicópteros ingleses.
Un 1° de mayo especial para Carlos Tomba
Su “bautismo de fuego” ante los aviadores ingleses tuvo lugar el 1 de mayo de 1982, cuando un grupo de aeronaves Harrier atacaron a la Base Cóndor en la zona de Goose Green provocando la muerte del primer teniente Daniel Jukic y de siete suboficiales que lo asistían en el despegue para hacer frente al ataque. Hay que resaltar que Tomba integró el plantel de pilotos de aviones IA-58 Pucará, que estaban en dicha base.
Tras defender varias veces la base y salir en ataque con su avión Pucará, la última misión de este piloto fue el 21 de mayo, cuando integraba la segunda sección y volaban en una formación llamada “escalonado táctico”, que respeta un espacio suficiente entre máquina y máquina para poder maniobrar en caso de ser necesario.
Y fue esa formación fue la que impidió que impactase un misil, que pasó entre dos aviones, se escondieron en una nube, luego dieron la vuelta por un cerro cuando les ordenaron destruir una posición británica que reglaba el fuego de artillería sobre posiciones argentinas. Cumplida esa misión, se dirigieron volando a baja altura hacia el Estrecho de San Carlos, divisaron una fragata, quien les tiró, y los pilotos observaron cómo los proyectiles impactaban en el agua.
En ese instante, dos Harriers se hicieron presente volando cerca de ellos, pero no se habían percatado de un tercero que se puso en la cola del avión de Tomba, y de pronto, sintió vibrar la máquina y vio que el ala izquierda estaba agujereada, pero el Pucará continuaba volando. Una segunda ráfaga hizo que el motor se incendiara, y comprobó que la palanca de mando no le respondía, y volando a cinco metros del suelo, debió eyectarse.
Tras caer en paracaídas permaneció un par de minutos en la turba, mientras veía incendiarse lo que quedaba de su avión, que cayó a unos cincuenta metros, luego tomó el kit de supervivencia y comenzó a caminar en dirección a la base Cóndor. En su camino escuchó el ruido de un helicóptero Bell, que era argentino y pudo volver a la base sano y salvo.
Sin embargo, el 26 de mayo fue tomado prisionero de los británicos cuando cayó Goose Green, y permaneció en esa condición hasta el 14 de julio, cuando fue entregado a nuestras tropas. Mientras tanto, los mantuvieron encerrados en una pieza de dos por tres en el viejo frigorífico de San Carlos.
Peripecias de Carlos Tomba al ser prisionero
Tomba fue el integrante del grupo que se autodenominó “Los 12 del Patíbulo” integrado por el teniente Carlos Chanampa, los subtenientes José Eduardo Navarro y Jorge Zanela, los sargentos primeros Guillermo Potocsnyak, Vicente Alfredo Flores y José Basilio Rivas y el sargento Miguel Moreno. De la Fuerza Aérea, Tomba, el teniente Hernán Calderón y el alférez Gustavo Enrique Lema, y por la Armada el capitán de Corbeta Dante Juan Manuel Camiletti y el sargento infante de marina Juan Tomás Carrasco.
Dormían en el piso, vestidos, acurrucados, hasta con la boina puesta, aunque a ninguno de ese grupo les hablaron durante días ni fueron interrogados, lo que les hicieron perder la noción del día y la noche.
En tanto, el piloto mendocino era el oficial de mayor graduación, y asumió el liderazgo de ese grupo tan heterogéneo, y su primera discusión con los ingleses fue el de defender sus pertenencias, casco y perneras del asiento eyectable.
Como hablaba inglés, fue el interlocutor del grupo y el intérprete con el médico británico que atendió a los heridos argentinos. También negoció quitar de la diminuta habitación el tacho donde hacían sus necesidades y logró cambiar a la hora local el horario de la comida, y no a la inglesa, aunque todos estos malos momentos se invirtieron cuando finalizó la guerra y “volvió a casa”.
Fuente: Cronica
DESCANSA EN PAZ, SOLDADO DE LA PATRIA