La presidente del PRO cuestionó la “talibanización” del Gobierno, explicó sus diferencias con Horacio Rodríguez Larreta y aseguró que es muy temprano para hablar de candidaturas. Aunque reconoció que “todo político sueña con ser presidente”
Un tradicional bar de origen árabe, ubicado en Berutti y República Árabe Siria, es el rincón de la ciudad que Patricia Bullrich elige como su “bunker en la calle” para realizar sus reuniones de trabajo. Verla allí es una postal habitual en el barrio.
En una entrevista distendida, y muchas veces interrumpida por la gente que se paraba a saludarla, habló de todo con Infobae. Reflexionó sobre su rol como presidente del PRO y recordó cómo fue su primer encuentro con los sindicalistas cuando ocupó el cargo de Ministra de Trabajo en el gobierno de Fernando de la Rúa.
Hoy, en plena promoción de su nuevo libro, Guerra sin Cuartel, recorre el país y se consolida como una de las líderes más fuertes de la oposición. Por el momento no quiere hablar de candidaturas, pero afirma que todo político sueña con ser presidente.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—Me encuentro en un momento en el que, como presidenta del PRO, estoy trabajando mucho en lo que llamo la representación de las causas. Las causas por las que la gente sufre. Creo que un partido político tiene que estar al frente de los problemas sociales. Arrancamos con la representación de la sociedad en la liberación de los presos, estábamos en contra de lo que estaba pasando, lo mismo pasó con la toma de tierras en Guernica y Vicentin. Está pasando hoy con Formosa, pasó con los vacunatorios VIP. Mi objetivo es justamente ese, que el pueblo sienta que hay una verdadera representación de la sociedad y que esa representación es profunda. Que el PRO es un partido que defiende a los argentinos que se levantan temprano a trabajar, a estudiar.
—¿Quiénes la acompañan en esta nueva etapa?
—Hoy tengo un equipo. Trabajo con muchos de los que estuvieron conmigo en el Ministerio de Seguridad, por ejemplo, Gerardo Milman, que es como si fuera el secretario de la presidencia del partido, es el que ordena toda la tarea política que desarrollamos. Tengo un partido muy amplio donde hay muchos diputados nacionales y un grupo de jóvenes que me acompañan y me quieren acompañar a cada lugar que voy.
—¿Desde cuándo empezó esta comunión con los jóvenes?
—Empezó cuando vi que había una nueva ola juvenil que estaba arrasando. Son los Jóvenes por la Libertad. Algunos se llaman libertarios, otros PRO, otros tienen distintos nombres, pero todos tienen un objetivo común: la libertad, el progreso, terminar con la Argentina de la dádiva y lograr un país productivo, en donde valga el esfuerzo, que se puedan crear empresas, que ellos puedan ser creativos en su propio país y que no se tengan que ir por Ezeiza. Cada vez son más los jóvenes que acompañan esta idea que estamos llevando adelante, de un PRO que genere una verdadera representación de la sociedad y de estos valores. Nosotros, de alguna manera, somos el partido que representa los valores históricos de la clase media argentina: educación, progreso, esfuerzo, mérito, trabajo; contra lo que es la Argentina asistencialista.
—¿Cómo ve al país hoy?
—La verdad es que creo que en las elecciones hubo como una especie de falso cuadro. Todo el mundo veía un presidente que iba a ser distinto a Cristina Fernández de Kirchner, que iba a ser moderado, que iba a ser dialoguista. Su primer discurso en la Cámara fue un poco eso. Y luego, digamos, entró primero en un camino de grandes errores, de seguir las encuestas, pensando que las encuestas eran eternas y no dándose cuenta de que son una foto. Si en un momento te dicen “Qué bien la medida que tomaste de la cuarentena”, pero después te empiezan a cerrar los negocios, la gente se queda sin trabajo, los chicos no van a la escuela, esa encuesta empieza a cambiar. En conclusión, uno tiene que conducir, no dejarse conducir. Me parece que el Presidente perdió esa gran oportunidad y fue corriéndose a una estrategia política cada vez más extrema, cada vez más talibán, más kirchnerista. Hoy vos podés pensar que el Presidente es el representante más cabal de este kirchnerismo, pero él durante las elecciones parecía tomar cierta distancia y decir “bueno, nosotros vamos a volver mejores”.
—¿Le creyó cuando decía “vamos a volver mejores”?
—No, yo personalmente no, porque desde el primer momento vi sus intenciones cuando entró con la Ley de Emergencia, y a querer manejar la Justicia, ya en el mes de diciembre. Cuando después llevó adelante el proceso de la cuarentena, en donde no le importaba arrasar con todo, y llevó una cuarentena casi al punto de quiebre del país. Nunca le creí, pero no es un problema de creerle o no, uno puede no creerle, pero si él te sorprende y cambia vos vas a tener que cambiar también. Yo no creo en la oposición por la oposición misma, creo que la oposición tiene que ser oposición cuando enfrente tiene a un gobierno que quiere cambiar las reglas. Creo en una oposición firme cuando la realidad lo amerita. Si tuvieses a alguien que te abre los brazos al diálogo, bueno, todos iríamos a ese diálogo, porque esa es la vida, esa es la realidad en el país y en el mundo entero.
—¿Cómo vio la salida del Gobierno de la ministra de Justicia?
—Yo no la conozco mucho, pero toda la gente que la conoce dice que era como un injerto ahí y que cuando la nombraron era un camino para que la Justicia no estuviese tan apretada como de alguna manera quería Cristina Fernández de Kirchner. Era una buena señal. Así que su salida evidentemente va en el mismo camino de esta talibanización, de este extremismo del Presidente.
—Nombró a Cristina Fernández de Kirchner, ¿qué cualidades puede destacar de la Vicepresidenta?
—La Vicepresidenta siempre fue fiel a sus ideas. Siempre quiso dominar todo. Por eso te dicen el modelo de Argentina es Insfrán. Que te domina todo. Todo, todo, todo. Entonces, me parece que ella es fiel a sus ideas. Ideas que son terribles para el país porque significan sacarlo de la Constitución, es armar otro modelo de país.
Cristina es fiel a sus ideas. Ideas que son terribles para el país porque significan sacarlo de la Constitución
—Estuvo en Formosa, ¿qué es lo que más le impactó?
—Lo primero que me impactó fueron las mujeres carcelarias de Clorinda. A mí me vio el país entero con un traje de presa. ¿Qué es ese traje de presa? Es el traje que usan las mujeres en Clorinda porque hace más de 192 días que Clorinda está sitiada. Vos no podés salir ni entrar. Hay vallas. Ahora, hace dos semanas, por presión, abrieron y te dejan salir doce horas. Nadie sabe por qué doce horas. Hay gente que trabaja en Formosa, que queda a 100 kilómetros de allí; otros que tienen sus trabajos en pueblitos de alrededor. Clorinda está sitiada, como San Petersburgo en la Segunda Guerra mundial. Entonces, ¿qué dijeron las mujeres?, se vistieron de presas. Todos los días salen a decir: “Vivimos en una ciudad totalmente sitiada, no podemos salir ni entrar, no podemos ver a nuestros familiares. Si se enferman no los podemos ver. Si tengo un pariente que vive en un pueblo a diez kilómetros de ahí no lo puedo ver”. Una locura. Formosa es un Estado policial donde los chicos tienen que cantar con banderitas por Gildo Insfrán. Los empleados públicos tienen que jurar por Gildo Insfrán. Los policías hacen sus ejercicios diciendo “somos la policía de Insfrán”. Es una dictadura perfecta. Y ese es el modelo que Alberto Fernández dijo que quiere para la Argentina.
—¿Tiene contacto con el Presidente?
—No.
—Si tuviera la posibilidad de tomar un café con él, ¿qué le gustaría decirle?
—Que él en su campaña dijo que iba a unir a los argentinos, que iba a terminar con la grieta, y que hizo todo lo contrario. Que la distancia entre su discurso para ganar una elección y su acción han generado en la Argentina una enorme frustración y que está llevando de nuevo el país a una crisis como nunca la hemos visto o como nunca la habíamos visto: cierre de negocios, destrucción del trabajo. Eligió el camino del país de la pobreza y no el camino del país del progreso.
—Usted fue la primera mujer en ocupar un lugar en el poder cuando fue nombrada Ministra de Trabajo en el gobierno de Fernando de la Rúa. ¿Cómo hizo para lidiar con tantos hombres, y especialmente con los sindicalistas?
—Y… hay que tener personalidad. Te cuento una anécdota. Cuando llegué al Ministerio de Trabajo, al segundo día, vinieron todos los sindicalistas: Moyano, Daer, Cavalieri, todos. Entonces me dijeron, ahí salió el nombre de piba: “Vos, piba, dedicate a ir a la Casa de Gobierno, hacé política, que el Ministerio te lo manejamos nosotros”. Yo les dije: “¿Qué? ¿Pero ustedes están…?”, no te voy a decir la palabra que les dije, “¿Ustedes están locos? No, acá la ministra soy yo”. Y desde ese día entendí claramente cuál era su objetivo, que yo estuviese pintada y que ellos manejasen todo como lo habían manejado siempre. Me acuerdo de que una vez un funcionario me trajo un expediente, pero antes me había llamado un sindicalista por ese expediente. Entonces lo llamo al funcionario y le pregunto: “¿Usted le pasó la información de este expediente al sindicalista antes que a mí? ¿A usted le parece? Usted no puede estar en este cargo, es representante del Ministerio, no del sindicalista. Y si él se entera quiere decir que usted está trabajando para él. Entonces usted está traicionando al Estado argentino”. Y así era todos los días. Y bueno, la tuve que pelear, a la lucha, a la lucha, a la lucha. Les pedí las declaraciones juradas y fui a fondo para un sindicalismo distinto.
— ¿Sintió miedo en algún momento?
—No, cuando dispuse que todos los sindicalistas tenían que presentar una declaración jurada de bienes y armé la Oficina de Transparencia Sindical, nunca sentí un apriete tan fuerte como en ese momento. Digo, en democracia, no estoy hablando de otros momentos históricos. Fue terrible, me dijeron: “Saca eso ya. Sacalo ya, te vamos a…”. Y me acuerdo que Moyano dijo: “Yo tengo carpetas en la AFI”, que en ese momento era la SIDE. Yo le contesté: “Mirá, las únicas carpetas que podés tener son de algún novio mío así que me importa tres pitos lo que vos digas, lo que vos hagas. Yo sé lo que ustedes son, sé la plata que tienen, así que yo voy adelante”. Yo tengo una personalidad fuerte y ellos siempre esperaban o pensaban que una mujer no los iba a poder conducir.
—Hablando de conducción, ¿por qué cuando se encuentra con hombres de las fuerzas de seguridad, y la saludan de manera protocolar, algunas personas critican ese gesto?
—Eso es porque yo generé una redignificación de las fuerzas de seguridad. Cada vez que había algo que ellos hacían bien, es decir, participaban de un tiroteo para salvar a un vecino, hacían las cosas como corresponde, había una especie de marabunta del aparato de estos falsos organismos de derechos humanos -yo ya no los llamo más organismos de derechos humanos, son organismos verticales al kirchnerismo- que lo primero que hacían era ir y atacar al policía y decir: “Es un gatillo fácil, es un asesino”. Y resultaba que el policía estaba defendiendo a la gente. Estoy hablando de lo correcto, no de los casos que están fuera de la ley. Yo hablo de los casos en donde la policía salva gente, que actúan como policías. Que en cualquier lugar del mundo les dan una medalla. Bueno, acá los condenaban por homicidio, homicidio agravado. Entonces yo comencé a cambiar ese paradigma. Lo hice en el caso Maldonado cuando dije: “Yo no voy a tirar un gendarme por la ventana”. Lo hice en el caso Chocobar cuando mostré que no lo iba a dejar solo porque él había actuado salvando a un turista con nueve puñaladas.
Y eso les dio a los policías la pauta de que hay alguien que entiende que cuando actuamos en cumplimiento de nuestro deber estamos ayudando a la sociedad. Entonces eso fue como un reguero de pólvora, porque yo voy a cualquier lugar del país, policías que nunca estuvieron bajo mi responsabilidad, como la policía del Chaco o la policía de Neuquén, tienen ese mismo sentimiento. Eso yo lo cuento mucho en mi libro Guerra sin cuartel.
—¿Le gustaría ser presidenta de la Nación?
—Bueno, todo político sueña con ser presidente, pero yo, en este momento, siento, realmente siento y lo digo de corazón, que al ser una de las directoras técnicas de un enorme equipo y, además, presidenta del PRO, pensar en algo personal sería muy egoísta y no haría bien a mi trabajo. Así que yo, hoy, quiero llevar al PRO a que sea el partido que tenga más inserción en la sociedad, que represente ese país de progreso, y no quiero hablar de candidaturas, me parece que es algo totalmente contrario a lo que tengo que hacer. Así que me quiero quedar ahí.
—¿Cómo es su relación actual con Horacio Rodríguez Larreta?
—Bueno, ha sido tensa. Él tenía una idea respecto al Gobierno, creía que iba a poder entablar un diálogo más fluido y la realidad fue demostrando que no. Me duele todo lo que le han hecho como gestión a la Ciudad, yo soy de la Ciudad, yo defiendo mi gobierno de la Ciudad. Discutimos bastante sobre estos temas. Yo tengo una mirada distinta, creo que hay que frenar el avance del extremismo del Gobierno y, justamente, creo que nuestra moderación es ser firmes en no dejar que eso pase. Nosotros somos los que representamos la Constitución. Y bueno, tenemos nuestros debates, normales y lógicos.
—¿Qué sentía cuando veía a Horacio Rodríguez Larreta sentado junto al Presidente y al Gobernador en tiempos de cuarentena estricta?
—Bueno, yo creía que esa idea de que “solo importaba la salud” iba a durar poco. Y no solo lo sentía yo, Juntos por el Cambio y Mauricio Macri lo definieron el primer día. Dijimos que debíamos lograr un equilibrio y que había un triángulo compuesto por la salud, la libertad y la economía. Es decir, que no se caiga la economía, que no avanzaran sobre las libertades y, por supuesto, cuidar la salud. Después a eso le sumamos un cuarto tema: la educación. Entonces, en este sentido, lo que dijimos, desde el primer momento, fue “está bien que te sientes con el Presidente, pero es muy importante que se representen estos temas, que nosotros no somos de la idea de una cuarentena que a la vez que avanza se cierran los negocios, se pierden puestos de trabajo, aumenta la pobreza”. Había que ser más equilibrado. Pero yo creo que él, en cuanto pudo, empezó a abrir, abrió un montón de cosas, rápido, y fue adaptando la Ciudad a una cuarentena mucho más vivible.
—¿Cómo ve el futuro de Mauricio Macri? ¿Lo ve como futuro candidato a presidente?
—Yo creo que Mauricio, para todos nosotros, es muy importante porque es el fundador de este espacio, el que ha avanzado, el que de alguna manera le ha dado la oportunidad a muchísima gente. Creo que él está transitando una reflexión profunda, estamos todos a la expectativa de su libro. Y creo que él está pensando mucho en qué aportar y desde qué lugar. Es algo que creo que nadie sabe, que nadie podría decir qué es lo que va a hacer. Yo no podría ponerme hoy en su lugar porque él ha dicho que diputado no va a ser, cosa que me parece lógica porque alguien que fue presidente no puede volver a la Cámara de Diputados, es como, digamos, un lugar en donde te chicanean y me parece que no es el lugar de un ex presidente. Hay que esperar a ver cómo evolucionan las cosas.
Estamos todos a la expectativa del libro de Mauricio
—Y a Horacio Rodríguez Larreta, ¿lo ve como presidente?
—Bueno, él ha dicho muchas veces que quiere ser uno de los candidatos. No lo veo como candidato único, me parece que va a haber bastante competencia.
—¿Quiénes serían la competencia?
—Bueno, no quiero adelantar nada todavía. Los radicales han dicho que ellos van a poner candidatos. Yo creo que va a ser una elección muy competitiva, pero es muy adelantado hablar ahora de eso porque estamos en el 2021, no pasamos todavía las parlamentarias ¿vamos a hablar de 2023? Falta.
—¿Qué opina de las vacunas VIP? ¿Le ofrecieron alguna vez una vacuna por debajo de la mesa?
—No, no, nunca me la ofrecieron. Opino que es una vergüenza. Que es una inmoralidad total y absoluta que alguien se vacune o vacune a su familia aprovechando su cargo, su lugar. Me parece que es uno de los escándalos que muestran la diferencia entre lo que es Juntos por el Cambio y lo que es el Gobierno. Esta idea, esta oligarquía kirchnerista, en la que se protegen ellos mismos, se ofrecen la vacuna ellos mismos y usan los recursos del Estado para ellos, me indigna, me angustia mucho que eso pase. Recién pasó una señora que me dijo que acá a la vuelta vive la mujer de Calabró, que todavía no le dieron turno, tiene 82 años, está mal, gente grande que todavía no recibió la vacuna. Me preguntó qué se puede hacer, pero hay que esperar el turno, es lo que nos toca a todos. Te da mucha bronca y una sensación muy fuerte de injusticia.
—¿Qué conclusión saca de la declaración ante la justicia de Beatriz Sarlo?
—Lo que dice Sarlo demuestra que el vacunatorio VIP no era solamente en el Posadas, sino que se usa la vacuna para, digamos, apropiarse y usarla privadamente para, no sé, ganar amigos, criticarlos, básicamente, usarla como una herramienta política.
—¿Qué aprendió de la pandemia?
—Bueno, la verdad es que al principio fue duro, quedarte en tu casa, encerrarte, estar adentro conectada en el Zoom. Al principio decíamos “qué lindo el Zoom”, yo ya no quiero ver un Zoom más en mi vida. Ahora es como que quiero salir, quiero tener reuniones al aire libre. Es decir, yo creo que aprendimos a convivir en nuestras casas, cosa que no hacía, imaginate yo como ministra me iba a las siete y media de la mañana, y volvía a las diez de la noche, viajaba. E inmediatamente a mí me tocó la presidencia del partido así que es como que me metí en otro trabajo con mucha demanda… Pero ¿qué aprendí de la pandemia? a valorar más a los afectos, de cómo los extrañás. Aprendí a hacer un montón de cosas de la casa.
—¿Por ejemplo?
—Aprendí a usar el lavarropas, a tener que cocinar y lavar. Bueno, yo cocino, me gusta cocinar, pero una cosa es cocinar y otra cosa es cocinar todos los santos días. Limpiar la casa, cada producto, hacer las compras. Te lleva un montón de tiempo. Bueno, aprendí a ser una ama de casa.