La figura de un hombre cubierto de sangre apareció cerca de un paso a nivel ante dos policías que, la madrugada del 29 de diciembre de 2022, custodiaban la marcha de un tren cargado con cereal en San Lorenzo. “Me dispararon, no doy más, me dispararon”, les dijo, alcanzó a responder su apellido y se desvaneció. Cerca de ese lugar, el camarógrafo Gustavo Gutiérrez había ido a una cita donde lo esperaban para asaltarlo. Lo habían baleado para robarle el auto, que más tarde apareció incendiado en un campo de Andino. Herido con dos plomos a la altura del cuello, caminó cinco cuadras pidiendo ayuda. Pero, por miedo, nadie lo asistió hasta que llegó con las últimas fuerzas a ese encuentro con el patrullero.
A Gutiérrez le decían “Negro” y era empleado de Televisión Regional San Lorenzo. Su último recorrido está detallado en las acusaciones que la fiscal Luisina Paponi y el abogado querellante Daniel Machado presentaron contra una pareja detenida por el crimen. Andrea Belén Mimbrero, quien mantenía contacto con la víctima a través de Facebook, está acusada de haberlo convocado a un encuentro en el lugar donde lo atacaron. Diego Jesús Pérez, quien convivía con la mujer, está imputado como autor de los disparos con un arma calibre 22 largo que hasta el momento no se encontró.
La fiscal y el abogado, que representa al hijo de 6 años de Gutiérrez, solicitaron para ambos condenas a prisión perpetua. En el caso de Pérez como autor de un homicidio calificado criminis causa, es decir cometido para asegurar el robo, además de la portación ilegal de un arma y el delito de daño. En el de Mimbrero, como partícipe primaria del crimen. Los planteos con las evidencias de lo que ocurrió en las últimas horas del camarógrafo de 45 años fueron presentados ante el juez Carlos Gazza de cara a la audiencia previa al juicio oral, prevista para el 31 de octubre.
Cuando Gutiérrez apareció herido con dos disparos en un paso a nivel de bulevar Oroño y Rippa, en San Lorenzo, entre sus conocidos y compañeros de trabajo primó el desconcierto. Nadie sabía por qué motivo había ido a ese lugar. La noche anterior se había reunido con cinco personas de su círculo más cercano en su casa de Puerto San Martín. Cenaron pizzas caseras y compartieron cervezas hasta las 3 de la madrugada.
“Fue una especie de despedida del año”, contó la última amiga en partir. Como acostumbraban, Gustavo la llevó hasta su casa en su Volkswagen Gol gris. “Me despidió bien, lúcido, re tranquilo como era de costumbre, sin decirme más nada. Era una excelente persona, muy trabajador, no tenía problemas con nadie”, detalló.
Agonía
Una hora y media después, Gutiérrez apareció casi desangrado ante dos policías del Comando Radioeléctrico de San Lorenzo que custodiaban una formación del Nuevo Central Argentino rumbo a Terminal 6. Uno momento antes del paso del tren se acercó Gutiérrez, tambaleante, con la remera blanca y el pantalón negro cubiertos de sangre. Se sentó en el suelo, al lado del cruce peatonal, y avisó que le habían disparado.
“Sólo manifiesta su apellido, no responde más y se desvanece”, relataron los policías en el acta. Murió allí mismo, sin más pertenencias que su billetera y el DNI. El rastro de sangre llegaba hasta Genaro Roldán y Perú, donde se encontró una vaina servida calibre 22 sobre el pavimento. En el trayecto, un custodio del ferrocarril lo había visto caminar “como perdido”: “Se sentó un rato por el cordón de Islas Malvinas y Oroño. Después se levantó e intentó parar a los vehículos, como que quería tirarse encima. En ese momento estaba bajando las barreras. Pensé que estaba borracho”.
Como él, otras seis personas atestiguaron sobre el vano intento de Gutiérrez de obtener ayuda en su agonía. “Un hombre golpeaba fuerte la puerta de la vecina de enfrente, estaba todo ensangrentado. Gritaba que llamen una ambulancia”, contó una mujer. Un vecino lo vio cruzar la calle hacia su casa entre “aullidos de dolor. Estaba todo ensangrentado y gritaba «Dios mío, Dios mío». Por miedo le cerré. Al ratito escuché que había más gente en la calle llamando al 911″.
La autopsia reveló que había recibido dos disparos. Uno ingresó sobre la clavícula izquierda y quedó alojado en el pulmón derecho. Otro recorrió la mandíbula de izquierda a derecha. Murió por una hemorragia masiva en la región cervical. Horas más tarde, el auto de la víctima apareció calcinado cerca de un campo de Andino.
La cita
La pista de lo que ocurrió entre que Gutiérrez dejó a su amiga en la casa y acudió al lugar del ataque se encontró en su computadora. Había quedado encendida en su dormitorio, con las redes sociales abiertas. El último chat había sido por Facebook con Lha Belu, una usuaria con quien registraba diálogos previos. La mujer inició la conversación a las 3.25. “¿Cómo anda, señor?”, saludó. Enseguida le preguntó a Gutiérrez cuándo iban a verse. “Si querés nos vemos ahora que estoy al pedo, recién se fueron unos amigos”, contestó él. Ella le pidió un tiempo para prepararse y propuso: “Cuatro y diez si querés me esperás en la Genaro Roldán”.
Días después, el 4 de enero de 2023, se allanó la casa de Mimbrero en Islas Malvinas y Alemania de San Lorenzo, donde la madrugada del crimen una vecina había advertido el paso de VW Gol de cinco puertas y un gran movimiento de personas. En el celular LG azul de la mujer se encontró un mensaje en el que decía: “Me siento culpable y eso que no jalé el gatillo”.
Su pareja, a quien le dicen “Porteñito”, también fue detenido. En su teléfono Samsung Galaxy se encontraron alusiones al crimen que las partes acusatorias citan en sus escritos. Horas después del hecho le envió una noticia sobre el caso a un amigo: “Ahí te paso una cap (captura). Ese fui yo, estaba re empastillado. No era para ponerlo pero bueno, viste como es, amigo”. Le avisó que lo estaba rodeando la policía y le pidió que cuidara a su madre.
“¿Le sacaste algo al menos?”, le preguntó otro contacto con el que habló sobre la muerte de Gutiérrez. “Si, sí. Pero la ondea era que no había que ponerlo”, respondió Pérez, antes de que su amigo le recomendara que borre las conversaciones y se fuera a vivir a Buenos Aires. “Maté a uno hoy”, le confesó a otro interlocutor, y le dijo: “Ya estoy re jugado. Ya fue”.
Búsqueda
Sobre esas evidencias, tanto la querella como la fiscal Paponi reclamaron perpetua para los imputados al entender que “actuaron en todo momento con plena conciencia de la criminalidad de sus actos”. Machado puso el acento la planificación: “Una lo cita al lugar del hecho y el otro lo ejecuta de dos tiros a la altura del cuello”. Las cuestiones de la pena, la prueba y el encuadre se discutirán en la audiencia prevista para el 31 de octubre, donde se definirá bajo qué parámetros llega el caso a juicio.
“Entendemos que se tiene que dar el paso al juicio oral y público con ambos acusados en prisión preventiva”, consideró el abogado querellante, quien fue convocado al caso por la mamá del hijo de la víctima. “Ella estaba separada de Gustavo pero quiere reunir todas las herramientas para que el día de mañana, cuando el hijo pregunte qué pasó con su padre, pueda contarle lo que sucedió. Y obviamente para que se sancione a los responsables”.
uente: La Capital