Hay un viejo dicho que indica que “los goles no se merecen, los goles se hacen”. Y si algo le faltó a Unión en el primer tiempo fue eso: el gol. La superioridad ejercida sobre Lanús no se pudo coronar en el resultado. Estuvo muy cerca: un gol anulado a instancias del VAR (a Machuca) y un mano a mano de Luna Diale luego de una excelente habilitación de Domina, que no se pudo resolver bien en un campo de juego que no estaba bien.
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Unión gobernó el trámite jugando “a muerte” cada pelota, pero además con fútbol. Roldán fue el abanderado, con un apoyo necesario y útil en Gordillo y las pinceladas de Luna Diale. Pero a ellos se sumaron la peligrosidad siempre latente de Machuca, dispuesto a sacarse de encima rivales con su habilidad y velocidad, más la generosidad de Domina, que las buscó a todas y que no parece perjudicarlo sus juveniles 17 años.
Lanús apeló al juego fuerte, cometió muchas infracciones que impacientaron y fastidiaron a la gente, mal predispuesta desde el momento en que se le anuló el gol a Unión por la posición adelantada de Machuca, que recibió una excelente habilitación de Zenón y definió de zurda ante la salida de Lucas Acosta. El asistente Facundo Rodríguez no dudó en levantar la bandera y el VAR corroboró la sanción. Fue la decisión más importante de un arbitraje que, realmente, dejó mucho que desear en el primer tiempo.
Se llegó al cuarto de hora del segundo tiempo, cuando Luna Diale encaró a las espaldas de los volantes rivales y habilitó a Machuca, que esta vez tuvo algo de fortuna en la definición, porque la pelota rebotó entre las piernas de Lucas Acosta, pasó y se metió en el arco. Fortuna, pero mucha justicia. Unión era más y así había empezado el segundo tiempo, con las mismas características.
Duró poco. Troyansky, que había entrado en el segundo tiempo, instaló una nueva versión que la famosa “ley del ex”. Recibió la pelota llamativamente solo por el sector izquierdo del área, justamente en el momento en el que Vera estaba siendo atendido afuera de la cancha y Unión jugaba con 10. El remate violento, de zurda, fue prácticamente un fusilamiento para Moyano, que no alcanzó a desviar.
En ese interín entre el gol de Machuca y el empate de Troyansky, Unión había encontrado espacios para capitalizar lo que sabe: jugar con espacios. Ya estaba Castrillón en la cancha y también Mosqueira, que entró por una de las figuras de Unión (Roldán), seguramente ya agotado por tanto despliegue, algo que le ocurría también a otros jugadores, caso Gordillo, que no era el mismo del primer tiempo.
Machuca era el más difícil de marcar para los defensores de Lanús, la subida de Zenón por izquierda era constante pero las jugadas terminaban en “tiritos” a las manos del arquero o en imprecisiones finales producto de la falta de claridad. Hubo una de Gerometta (que había entrado por Vera) que pudo terminar en gol. El centro fue de Zenón, la pelota se le escapó de las manos y le cayó en la cabeza a Gerometta, pero desvió el cabezazo que se fue cerca del palo izquierdo.
El final fue de dientes apretados, con Corvalán como abanderado de la defensa y figura, los dos buscando con sus armas (que no eran muchas) y el pitazo final de Espinoza (de floja actuación) para ponerle cierre a un partido que fue empate y le cerró más a Lanús. ¿Por qué?, porque hizo menos que Unión y porque en la escala de merecimientos, el Tate merecía más que el punto cosechado.
El público aplaudió y premió la entrega, el sacrificio. El partido se emparejó en el segundo tiempo, se hizo más de ida y vuelta. Pero en el primero, Lanús hizo poco y Unión lo suficiente para sumar de a tres. Este equipo ha entendido aquella premisa del técnico de “entender el momento que se está viviendo y lo que se está jugando”. El abanderado fue Corvalán, más un primer tiempo muy bueno de Roldán, dueño de la pelota en ese segmento del partido.
Pareció que el partido se presentaba a pedir de Unión después del gol de Machuca. Más espacios, más rapidez y enfrente, defensores lentos. En pocos minutos, Troyansky empató el partido y Unión lo sintió. Cuando reaccionó, ya estaba equilibrado y así fue hasta el final. Pero los méritos los había acumulado antes. Y mereció más.
fuente: El Litoral