Un 0 a 0 puede tener muchas más lecturas que la obvia de partido con emociones escasas y ausencia de gritos mayores. Independiente y River pueden dar fe. Igualaron sin goles en el Bochini para sumar el quinto empate al hilo del Millonario en el torneo, y el sexto encuentro sin recibir goles por parte del Rojo. Pero el hecho de que el visitante jugase más de 80 minutos con un futbolista más cambia la perspectiva según desde donde se lo mire. Se abrazaron los futbolistas locales en el cierre; se marchó con sensación de decepción un River que no acaba de arrancar.
Marcelo Gallardo encontró un plantel con una abundancia de variables que sería la envidia de cualquier técnico del fútbol argentino. Más aún, desde su llegada lo fue reforzando con jugadores de categoría, campeones del mundo incluidos. Su inagotable crédito en el club que le erigió una estatua lo ponen a salvo de las críticas y le otorgan un margen de crédito inagotable, pero sin duda el propio Muñeco sabe que empieza a estar en deuda, porque varias semanas después de su regreso, el equipo no ofrece ninguna señal que identifique el fútbol que el hincha millonario desea y sueña con recuperar después del traumático periplo bajo la dirección de Martín Demichelis.
Del otro lado, Julio Vaccari administra un vestuario donde se mezclan promesas incipientes, jugadores discutidos y en el que cuesta descubrir piezas de alto nivel. Las distancias aparentan ser abismales, pero ya se sabe que las apariencias pueden engañar. Incluso aunque el Rojo modelo segundo semestre del 2021 se empeñe en aumentarlas.
Este Independiente parece que disfrutara la circunstancia de afrontar los clásicos con un jugador menos. Le ocurrió con San Lorenzo (roja a Álex Luna a los 15 minutos) y con Racing (Damián Pérez a los 29), repitió con River batiendo un récord de precocidad. Santiago López apenas había tocado la pelota cuando recibió sobre la derecha. Era la primera posibilidad de mostrar su gambeta; encaró hacia adentro, le ganó a Marcos Acuña, pero Paulo Díaz se anticipó a su segundo enganche barriendo abajo. El chico que el Rojo vende como una de sus joyitas de inferiores le dejó el pie, le pisó la cara interna del muslo al chileno y se fue a los vestuarios, expulsado a los 11 minutos, reforzando la impresión de que su cabeza todavía no está acomodada a lo que significa jugar en Primera División.
La desventaja desnudó toda la colección de carencias que los de Núñez vienen exponiendo desde mucho antes del cambio de entrenador. La proliferación de figuras no se traduce en transición fluida, ni en construcción lucida de juego, ni mucho menos en volumen de llegadas y goles.
Esta vez quiso probar Gallardo con un doble 5 (Kranevitter-Fonseca), quizás para ganar consistencia en la recuperación y la salida, y el experimento duró apenas media hora, el tiempo que necesitó para darse cuenta que ni siquiera con un hombre más era capaz de desordenar el eficaz orden defensivo del rival. Tampoco el ingreso de Facundo Colidio por Kranevitter fue solución, y hubo que esperar hasta los 15 de la segunda mitad para que los engranajes de River empezaran a mostrarse algo más aceitados.
Lo mejor del partido
La zurda del pibe Franco Mastantuono fue el lubricante que le dio sentido a la mayor posesión a la que el Millonario fue casi invitado por un adversario al cual la inferioridad numérica le condicionó el planteo y las ambiciones. A partir de la finura en el manejo y el atrevimiento en la gambeta, el chico de piernas delgadas fue, aun por ráfagas, la única luz en la oscuridad general que nubló al conjunto de Gallardo.
Independiente transita una etapa distinta. Vive entre dificultades de todo tipo y las va superando a base de energía, temple y temperamento. Vaccari colocó la semana como bisagra para saber qué puede esperar del grupo que dirige, y tiene todas los argumentos para sentirse satisfecho. Contra Racing y River, su equipo le dio muestras de una personalidad luchadora que brillaba por su ausencia en los meses anteriores, y de detalles de buen juego cuando enfrentó un adversario más débil y no padeció ninguna tarjeta roja prematura (frente a Godoy Cruz por Copa Argentina).
No se desacomodó el Rojo al quedarse con uno menos, modificó el esquema inicial, al principio con 4-4-1 y más tarde con un 5-4-1 que prácticamente no conoció fallos ni despistes. Salvo el mano a mano de Miguel Borja que desvió Rodrigo Rey a los 18 de la etapa final, River lo inquietó poco, y siempre apareció una pierna o una cabeza a tiempo para ahorrarle sustos al arquero.
Las circunstancias ni siquiera le quitaron al local la intención de quitarle el cuerpo a la posibilidad de atacar. Buscó con las trepadas de Felipe Loyola por derecha y Santiago Montiel del otro lado; con la lucha en inferioridad de Gabriel Ávalos y el despliegue de todos los demás, encomiable para tapar en el medio y para asomarse de vez en cuando por el área de Franco Armani. Hasta se ilusionó con un alarido de gol a diez del final (remate de Marco Pellegrino después de un sinfín de rebotes, uno de ellos en el brazo de Juan Manuel Fedorco, que invalidó la maniobra).
Marcelo Gallardo todavía no encuentra las respuestas que pretende en el juego de River
Marcelo Gallardo todavía no encuentra las respuestas que pretende en el juego de RiverNicolas Aboaf – FOTOBAIRES
Fue 0 a 0, fue deslucido, fue más peleado que jugado, pero el empate en el clásico sobre todo tendrá lecturas muy diferentes. Futbolísticamente, saca nota muy baja la marcha de River con Gallardo al timón. Crece en confianza y convicción el Independiente de Vaccari. Fue 0 a 0, pero esta vez eso no indica que en Avellaneda no pasó nada.
Fuente: La Nación