Defensa y Justicia le ganó a Palmeiras en Brasil: con un gol a los 94 y después por penales, en un partido inolvidable. Varela está de fiesta.
Fue heroico. Defensa jugó como un equipo grande. Como un gigante. Por eso alcanzó la gloria. Por eso hubo Justicia. Por eso dio un golpe histórico en Brasil y dejó una huella que quedará grabado a fuego en la memoria y en la historia.
{youtube}CnftXzC-Vf4{/youtube}
El equipo de Sebastián Beccacece jugó sin complejos ni amarras. Despojado de temores. Con autoridad para salir a imponer condiciones desde el vamos. Con enjundia para disputar cada pelota como si fuera la última. Con garra para marcar territorio cuando era necesario hacerlo. Con temple para no amedrentarse en ningún momento y ante ninguna circunstancias frente a un rival de peso, que cuenta con un plantel armado con un presupuesto millonario. Pero principalmente con juego. Con fútbol. Con dinámica para el desmarque, circulación y dinámica para el desmarque. Y es por eso que todos se desgañitaron en un grito tan merecido como inapelable: el de campeón.
Disputó un gran partido el Halcón, un club que tiene una coherencia futbolística a la hora de elegir técnicos. Una línea que le da resultados. Porque peleó siempre desde la desventaja y desde la adversidad de un resultado por remontar. Porque llegó a Brasil con un 1-2 en la ida y arrancó abajo, pero lo dio vuelta con una valentía arrolladora para ir por el triunfo con sus armas y sin traicionar jamás el estilo de juego que lo llevó hasta ahí. Porque salió a discutir con altura y se impuso ampliamente desde el juego, el dominio territorial, el manejo de la pelota, la ocupación inteligente de los espacios y la administración precisa y certera del balón. El conjunto de Florencio Varela fue incisivo con laterales que se proyectaron de forma permanente como Matías Rodríguez y el enorme Marcelo Benítez, uno de los héroes de la noche. Fabricó espacios con un Francisco Pizzini picante, desequilibrante, que aportó cambio de ritmo y fue indescifrable en cada avance. Y también pegó con Brian Romero, extremo que durante el ciclo de Hernán Crespo supo reciclarse para convertirse en un goleador implacable.
Así, con un Beccacece que tiene una receta con muchos puntos de contacto en relación a la de Valdanito, Defensa se le plantó a un gigante en un estadio en el que River no pudo consumar la hazaña en las semifinales de la Libertadores del año pasado y en el que San Lorenzo se quedó afuera del máximo certamen continental el martes, ante Santos.
Palmeiras, un equipo al que no le interesa demasiado tener la pelota, achicó espacios hacia atrás, no tuvo creatividad y se encomendó a una plegaria en cada contragolpe de Rony. La producción del equipo brasileño, el que tenía que cargar con todas las obligaciones por ser local y por el peso de su historia, fue muy pobre. El Halcón lo desnudó. Lo dejó expuesto con un planteo ambicioso y sin miedos. En Brasilia hubo justicia. Hubo un equipo que quiso refugiarse para aguantar y otro, que con su sello, fue al frente. Por eso, Defensa, que venía de ser campeón de la Sudamericana, levantó una copa internacional por segunda vez en su historia. Y vaya si lo tiene merecido: es un gran campeón.