Sólo el punto, por ir en desventaja y por el muy mal primer tiempo que hizo el equipo. Fue lo único rescatable de Central en este pálido empate 1 a 1 ante Vélez que privó al canalla de dar el salto de calidad que necesitaba, lograr por primera vez en el año tres victorias seguidas, reposicionarse en la Copa de la Liga y acercarse a la Copa Libertadores 2024. El Central de este partido no tuvo con qué ganarlo y por eso le quedó el premio consuelo de haberse metido algo en el bolsillo y mantener el invicto, pero en el balance general fue escaso el saldo positivo para el canalla.
Con la apatía con la que entró a jugar Central era imposible que pudiera imponer condiciones. Es más, le costó un Perú mantener el juego con cierto equilibrio. Porque era todo de Vélez, el toque, el manejo, las aproximaciones. Y mientras eso sucedía el canalla corría siempre de atrás, llegando tarde a cada pelota y sin la posibilidad de tenerla en los pies. Mucho menos de generar algo más o menos digno.
Recién a los 13’ Central se metió al área, en una jugada que no valió ni para anotarla, pero sirvió como ejemplo frente a tanta parsimonia. Antes, Broun salió mal, Pizzini la pisó en el área y Castro no llegó a conectar. Y el equipo de Russo jamás encontró la forma, con un doble cinco demasiado retrasado y en bajo nivel, y una línea de tres cuartos a la que era imposible asociarse. Por eso Cervera perdía todas las aéreas que le llegaban.
Vélez fue el amo y señor de ese primer tiempo en el que la única que tuvo Central fue un cabezazo de O’Connor tras un centro de Coyote Rodríguez. Es cierto, al fortín le faltaba profundidad (la más clara fue un zapatazo desde afuera del área de Aquino que dio en el travesaño) y que se desvanecía en los metros finales, pero ganaba cuando iba por el lado de Coyote y también por el de Martínez. También por el centro. Pero llegó ese centro de Pizzini y el cabezazo de Castro en el segundo palo para poner justicia en un primer tiempo al que a Central le quedó inmenso frente a sus pretensiones.
Todo eso que se vio en el primer tiempo fue lo que observó Russo desde el banco, por eso la decisión de meter dos variantes en el descanso. Adentro Sández y Lovera. Fue otra cara la que se vio del equipo, pero nunca sin alcanzar el volumen de juego necesario como para lograr lo que tenía en mente: sumar de a tres.
En ese segundo tiempo Lovera comenzó a imprimirle algo más de ritmo y O’Connor, ya por el centro, algo más de claridad. Pero nunca las tuvo consigo el canalla, sobre todo porque su jugador más desequilibrante, como lo es Jaminton Campaz, estaba en una noche para el olvido. Y así, eso poco que insinuaba el equipo se desvanecía en los metros finales. Al menos comenzaba a mantenerlo a raya a Vélez, lo que a esa altura no era poco.
Fue el propio O’Connor quien ya a los 3’ probó desde afuera (Chila Gómez contuvo bien sobre el palo derecho) y a los 6’ Malcorra demoró una eternidad en acomodarse tras el pase de Campaz. Cuando se decidió a definir lo cerraron. Pero, se insiste, la postura ya era otra.
Y antes de que Vélez pudiera sacar alguna mano noqueadora llegó ese pase en cortada de Campaz para Malcorra, el centro y la mano de Pizzini que llevó siete minutos hasta que Rey Hilfer (VAR mediante) marcó el penal. Lovera asumió la responsabilidad y la puso fuerte, contra el palo derecho.
Con un Gigante que era un hervidero, lo que Central necesitaba era ritmo en el juego y fue lo que no hubo. Porque se jugó poco y nada, lo que hizo que el canalla no tuviera ni siquiera el envión emocional.
Méndez superpobló el fondo y si hasta ese momento a Central le había costado generar peligro, a partir de ahí mucho más. Apenas un centro rasante de Campaz que tenía a Malcorra como destino y nunca llegó. Y eso fue todo para este Central de un chato partido, en el que debió conformarse con el punto, sin poder ir por el premio mayor.
Fuente: La Capital