Hace una semana estaba de vacaciones en República Dominicana, y hace cuatro días que está aislado en una habitación del Sanatorio Juncal, de Temperley. Se lo considera paciente de riesgo por ser asmático
El sol del Caribe, las luces blancas de la habitación de un hospital, que a menudo se apagan: lo obliga el cansancio de estos días, que se contrapone con la energía desplegada en las vacaciones. La diversión en familia, con amigos; la soledad de una cama, la ausencia obligada de los seres amados. El corazón latiendo con fuerza por tantas emociones vividas en unos días felices, por demás merecidas; el plasma, que viene a “revivirlo”.
En tan solo siete días la vida de Sergio Lapegüe cambió por completo. Hace una semana, regresaba a Buenos Aires de República Dominicana, adonde viajó con su familia y un grupo de amigos intentando dejar atrás el 2020, un año que comenzó con la pandemia del coronavirus que aún tiene en vilo al mundo entero, y que se ha cobrado la vida de más de dos millones de personas.
Todavía con un look caribeño –una musculosa que probablemente haya usado en sus días de playa– el periodista debió ser internado por COVID-19. Luego de dar positivo, los profesionales entendieron que lo mejor era que estuviera controlado en un centro médico por ser considerado un paciente de riesgo por ser asmático. Con el correr de los días, su cuadro se agravó. Debieron aplicarle plasma. “A la hora y media volví a revivir. Es impresionante”, le dijo a Teleshow el conductor luego de la transfusión, y también hizo un reparo en el costado solitario de la enfermedad: cómo cada paciente debe transitarlo totalmente aislado, con el solo contacto de los profesionales de la salud, a quienes –recuerda– desde el principio se los llaman “los héroes”.
Mientras transita su cuarto día de internación, Sergio reflexionó justamente sobre la soledad y cómo le está afectando el hecho de estar aislado. “No querer ver a nadie, estar a oscuras por necesidad. No podés prender la tele simplemente porque no querés escuchar nada”, describió algunas de las sensaciones. Y de inmediato relata lo que escucha del otro lado de la habitación en la que se encuentra en el Sanatorio Juncal de Temperley. “Silencio –asegura–. Solo siento los pasos de los tremendos servidores públicos que van de un lado a otro por el pasillo del COVID-19. Médicos, enfermeros, personal de limpieza, de servicio a la habitación, que se arriesgan cada minuto para que los pacientes puedan cursar esta enfermedad tan desconocida como rara, de la mejor manera sin secuelas”.
También detalla el hábito y los cuidados que cumplen los profesionales al entrar en contacto con un paciente positivo de coronavirus. “Cada vez que tienen que entrar a cada cuarto se visten con ropa nueva la que se quitan cuando se van. Y la descartan en un cesto para no llevar el virus”.
Con los sentimientos a flor de piel, desde la soledad de su habitación, Lapegüe se comunica con su familia a través del teléfono. La tecnología de hoy en día lo acerca a sus seres queridos que lamentan no poder abrazarlo en este momento, pero lo apoyan a la distancia y desean que se recupere pronto.
Mientras tanto, lidia con algunos vaivenes de esta enfermad que aún es nueva para muchos. “De pronto controlan el oxígeno en sangre y satura bajo, ahí te ponen oxígeno para respirar mejor. Y viene la experimentada enfermera y te inyecta antibióticos o cortocoide, o un anticoagulante, para evitar una posible trombosis. Y un mazazo cae sobre tu cabeza, que te desploma sobre la cama”.
Frente a este panorama, asegura que se le hace difícil levantarse de la cama, esa que dejó cuando se trasladó al sillón de la habitación, buscando un cambio dentro del propio aislamiento. Así, solo espera que “pase el tiempo y que el virus se vaya como llegó”.
Este miércoles, el periodista levantó temperatura: “La fiebre alta se acostó en mi cama y aún permanece”, describe, y sostiene –”debo reconocer”, aclara– que transita distintos síntomas: “Dolor de huesos, de espalda, fiebre, tos, descompostura, desgano, dormitar a cualquier hora. Y a veces te agitás, te falta el aire. Algo que conozco bien por mi asma”.
Destaca que la neumonía está controlada y que el virus no se expande. “Tal vez gracias al plasma de convaleciente, está en el mismo lugar, ahí en el pulmón derecho, cerca del corazón”, analiza, y traza un juego de palabras a la hora de hablarles a quienes le enviaron mensajes de apoyo desde que comenzó a transitar la enfermedad. “Con el corazón les hablo siempre. Muchas gracias por todos los mensajes de aliento y apoyo. De verdad me emocionan. Y son innumerables. Aunque sé que hay gente mal intencionada –repara–. Que se alegra de los problemas del otro. Que opina sin saber. Ojalá puedan dejar de odiar o envidiar porque eso es malo para el corazón de cada uno de ustedes”.
Y hace una nueva salvedad, aclara que no contrajo coronavirus durante sus vacaciones. “Lamentablemente me contagié acá. Se los digo de corazón”, remarca Sergio Lapegüe.