El total de la asistencia ya llega a $510.000 millones en concepto de utilidades y adelantos, y alimenta un incesante incremento de las expectativas de subas de precios a futuro.
El paso de la moderación al desenfreno en el gasto público que se vio en las últimas semanas, impulsado por la cercanía de las elecciones, deja rastros en los cada vez más frecuentes giros que el Banco Central (BCRA) vuelve a hacer al Gobierno para financiarlo con emisión monetaria.
Sólo es cuestión de repasar las estadísticas oficiales para notarlo. Entre el 25 de junio y el 22 de julio, es decir, al cabo de apenas 19 días hábiles, el Ministerio de Economía, a cargo de Martín Guzmán, pidió y obtuvo de la entidad que conduce Miguel Pesce cuatro transferencias por $270.000 millones. Fueron, en todos los casos, remisiones de parte de las ganancias meramente contables que esa entidad obtuvo en sus últimos ejercicios y casi totalmente derivadas de haber convalidado depreciaciones del 50% y 40% del peso en 2018 y 2020.
Se trata de un ritmo de transferencias (una por semana) que sólo se había visto al comienzo de la cuarentena rígida dispuesta a fin de marzo de 2020 (entre el 19 de marzo y el 5 de mayo hubo 10 giros por un total de $730.000 millones) o en las semanas finales de ese mismo año (cuando hubo seis envíos por $404.982 millones).
Pero que, además, llega cuando los efectos de aquella “borrachera” monetaria, que hizo escalar el ritmo indexatorio mensual del 2% al 4%, ni siquiera se han disipado como claramente muestra una inflación anualizada que superó el 50% en junio y que no baja del 3% desde hace nueve meses, pese a que se reforzaron los torniquetes a algunos precios y tarifas, y el BCRA plancha cada vez más al tipo de cambio oficial.
Esto alimenta un incesante incremento de las expectativas inflacionarias a futuro, algo visible en el salto de casi cinco puntos que mostraron las previsiones promedio sobre el aumento que el costo de vida registraría el año que viene, al pasar del 37,2% al 42% en apenas cuatro meses (de febrero a junio), según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que elabora el propio Banco Central.
Este nivel de necesidad de asistencia sucede, además, durante un plazo en el que la recaudación fiscal registró una mejora real (por sobre la inflación) de dos dígitos y el Gobierno obtuvo unos $205.000 millones con nuevas colocaciones de deuda en el mercado.
Como vienen señalando LA NACION, conviene tener en claro que el Central no sólo emite pesos para asistir al fisco. También lo hace cuando paga los intereses de la enorme deuda en pesos que acumuló (unos $105.000 promedio por mes en el último bimestre y $99.000 millones en el lapso bajo análisis para pagar pases pasivos y las Leliq) y cuando compra dólares en el mercado de cambios oficial para recomponer sus reservas, que, considerando los US$1100 millones adquiridos en ese plazo, implicaría que puso en circulación por esa vía otros $106.000 millones, aunque, en este caso, con un tipo de emisión que tiene cierto “respaldo”.
De esta manera, la inyección monetaria total en menos de dos meses escaló en realidad hasta los $475.000 millones, aunque la real cae a poco más de $110.000 millones, contando que -entre esas fechas- el BCRA absorbió unos $365.000 millones, básicamente tomando pases pasivos (ese stock subió de $1,44 billones a $1,8 billones), ya que, una vez abierta la posibilidad de que los bancos de canjeen Leliq por bonos del Tesoro, esa deuda del BCRA se estabilizó en torno a los $2 billones, aunque la contracara es el aumento de la oferta monetaria.
Por eso no sorprende la sostenida expansión que pasó a mostrar la base monetaria ahora que hay “tres canillas de emisión (por compra de dólares, financiamiento con maquinita al Tesoro y pago de los intereses de los pasivos del BCRA) abiertas a pleno”, como hace notar el economista Diego Giacomini, en relación a que, durante 2020, esa entidad había retirado del mercados más de $320.000 millones por haber vendido US$4169 millones de sus reservas.
“El total de la asistencia llega ya a $510.000 millones en concepto de utilidades y adelantos. Esto equivale a 21% de la base monetaria de diciembre 2020″, hizo notar el economista Alejandro Rodríguez (CEMA). “En cuatro semanas el BCRA le envió al Este nivel de necesidad de asistencia sucede, además, durante un plazo en el que la recaudación fiscal registró una mejora real (por sobre la inflación) de dos dígitos y el Gobierno obtuvo unos $205.000 millones con nuevas colocaciones de deuda en el mercado.
Como vienen señalando LA NACION, conviene tener en claro que el Central no sólo emite pesos para asistir al fisco. También lo hace cuando paga los intereses de la enorme deuda en pesos que acumuló (unos $105.000 promedio por mes en el último bimestre y $99.000 millones en el lapso bajo análisis para pagar pases pasivos y las Leliq) y cuando compra dólares en el mercado de cambios oficial para recomponer sus reservas, que, considerando los US$1100 millones adquiridos en ese plazo, implicaría que puso en circulación por esa vía otros $106.000 millones, aunque, en este caso, con un tipo de emisión que tiene cierto “respaldo”.
De esta manera, la inyección monetaria total en menos de dos meses escaló en realidad hasta los $475.000 millones, aunque la real cae a poco más de $110.000 millones, contando que -entre esas fechas- el BCRA absorbió unos $365.000 millones, básicamente tomando pases pasivos (ese stock subió de $1,44 billones a $1,8 billones), ya que, una vez abierta la posibilidad de que los bancos de canjeen Leliq por bonos del Tesoro, esa deuda del BCRA se estabilizó en torno a los $2 billones, aunque la contracara es el aumento de la oferta monetaria.
Por eso no sorprende la sostenida expansión que pasó a mostrar la base monetaria ahora que hay “tres canillas de emisión (por compra de dólares, financiamiento con maquinita al Tesoro y pago de los intereses de los pasivos del BCRA) abiertas a pleno”, como hace notar el economista Diego Giacomini, en relación a que, durante 2020, esa entidad había retirado del mercados más de $320.000 millones por haber vendido US$4169 millones de sus reservas.
“El total de la asistencia llega ya a $510.000 millones en concepto de utilidades y adelantos. Esto equivale a 21% de la base monetaria de diciembre 2020″, hizo notar el economista Alejandro Rodríguez (CEMA). “En cuatro semanas el BCRA le envió al Tesoro $270.000 millones (9,5% de la base monetaria). De ahí sale parte de la mayor demanda de dólares que se hizo notar”, acota el analista financiero Christian Buteler.
Un tema clave es que la emisión sin respaldo, poco gravosa para países con monedas estables e incluso demandadas en el exterior, se hace más costosa en el caso del peso, una moneda de la que los argentinos buscan desprenderse rápido (para no perder poder de compra) y que es no es muy requerida, o aceptada a niveles de intercambio viles, en países vecinos.
Es lo que preocupa especialmente a los analistas. “Habría que tener en cuenta que fue la resaca de la fuerte expansión monetaria de 2020 uno de los factores que pulverizó rápidamente la meta de inflación del 29% que proponía el Gobierno y cayó en el olvido, pese a un creciente control de precios, tarifas y dólar”, hace notar el economista Julio Piekarz, quien se desempeñó varios años como gerente general del BCRA.
Para este profesor de teoría monetaria esa subestimación es más riesgosa ahora, porque esta nueva ”aceleración en la emisión monetaria” se da en un marco de “reapertura de las paritarias para repactarlas a un mayor nivel”, producto de la pérdida de la referencia que había intentado fijar meses atrás el ministro de Economía, Martín Guzmán, y se agrega “la expansión monetaria generada por la norma que permitió a los bancos integrar más encajes con bonos del Tesoro, para que el Gobierno se financie algo más barato”.
Por esa razón no duda en vaticinar “una mayor presión” que se dará “mientras el Gobierno le reza a mayores controles de todos los precios, y al rezago típico de los efectos de los aumentos de la oferta de dinero sobre los precios y cuando la capacidad de absorción del Banco Central es cada vez mas limitada”, detalla describiendo un escenario que, a futuro, luce cada vez más complejo y lleva, por caso, al FMI y a los analistas consultados por el REM a proyectar a la vez crecimiento cada vez más inflación y menos crecimiento para 2022.