El dirigente del Frente Patria Grande advirtió que «el mundo de la economía popular, del que subsisten millones de familias trabajadoras, está muy golpeado».
El militante social Juan Grabois está agotado: la pandemia intensificó las demandas de su base social y las organizaciones están desbordadas por múltiples urgencias. En un descanso de su intensa gira por Rosario —que incluyó reuniones en barrios y actividades políticas con referentes del Frente de Todos y de Ciudad Futura, pero también diálogos con el rector de la UNR, Franco Bartolacci, y la presidenta del Concejo, María Eugenia Schmuck—, el referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y el Frente Patria Grande mantuvo una entrevista con La Capital, en la que analiza la inquietante situación que atraviesan los sectores populares, cuestiona la política económica y social del gobierno nacional y advierte que empezarán “a mostrar un poco los dientes”.
—¿Cómo analiza el humor social de los sectores populares, sobre todo los más vulnerables?
—No quiero mezclar mi estado de ánimo personal con el de los sectores populares. Yo estoy personalmente agotado, la militancia social está agotada, porque todo el tiempo estamos recibiendo la demanda de nuestra base social: de alimentos, de alternativas para tener un ingreso en un momento de parate económico que impacta muy fuerte en la changa. El mundo de la economía popular, del que subsisten millones de familias trabajadoras, está muy golpeado, y no hay políticas compensatorias suficientes, lo cual se ve reflejado en las estadísticas. Hay mucha frustración, porque pareciera que no hay una perspectiva del Gabinete Económico —no es más un problema de Desarrollo Social— de dar una respuesta de la masividad que se requiere. Si no existe, vamos a entrar en una etapa de conflictividad social creciente; como dice la trillada frase: “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.
—¿Cuál es la situación que le alarma más?
—Primero, digo algo positivo. Los sectores populares organizados están infinitamente mejor que los no organizados, anímicamente y en términos de contención social. La gente que está más suelta en el individualismo contemporáneo la pasa muy mal. La situación que estoy viendo con más preocupación es el abandono de los niños. Aunque le caiga mal a algunos compañeros, hay una corresponsabilidad ahí: la principal es de los que tienen más poder, pero también de las familias, los docentes, los espacios sociales. Los chicos están muy mal: les llega un montón de tarea por WhatsApp, que no pueden bajar, nadie se los explica; eso genera frustración, heridas que no van a sanar rápidamente. Nuestra pequeña respuesta desde nuestro humilde espacio es que vamos a hacer brigadas de alfabetización de niños, respetando todas las medidas sanitarias pero poniendo el cuerpo. Un pibe que está abandonado dos años es un pibe que tiene pocas posibilidades de entrar bien a la adolescencia.
—¿Cree que tendría que volver el IFE?
—Nosotros tenemos otra perspectiva, que es la del salario argentino: es un ingreso básico universal, muy amplio y permanente, para todas las personas que tengan un ingreso inferior al salario mínimo, vital y móvil. Creemos que el mundo va hacia ahí: no hay ninguna perspectiva de que el mercado logre absorber a la mano de obra disponible. Hay que deconstruir el mito de que la gente no trabaja: lo que mucha gente no tiene es empleo, son dos cosas distintas. En un comedor, en el cartoneo, en la venta ambulante, en el campo pobre, hay un montón de trabajadores y trabajadoras, pero que no estén en las computadoras de un ministerio no significa que no existan. Al mismo tiempo, presentamos un plan quinquenal: decimos que no hay salida sin planificación.
—Están trabajando el Plan de Desarrollo Humano Integral con organizaciones sociales, sindicatos, universidades, ¿Tienen receptividad en la política?
—Hemos tenido receptividad en el Legislativo —de hecho, se acaba de crear en la presidencia de la Cámara de Diputados un observatorio que tiene como función convertir estas propuestas en un proyecto de ley—, pero en el Ejecutivo siento que piensan que son lindas ideas, pero que no van a pasar. Yo todavía sigo siendo parte del Frente de Todos; como militante social tengo una lealtad a nuestro pueblo, que es superior a cualquier frente político, pero como militante político estoy en un campo de la disputa, no soy neutral. Me enojo con cosas que hace el gobierno, pero cuando el presidente habla de imbéciles y miserables acompaño al gobierno nacional, el de la provincia de Buenos Aires, e incluso el de la ciudad de Buenos Aires, que tiene un ministro de Salud razonable.
—¿Cree que el gobierno está con una política muy ortodoxa? ¿Prioriza el acuerdo con el FMI sobre otras necesidades?
—El Papa Francisco le dijo al FMI que debía hacer una reducción significativa de la deuda de los países pobres, o empobrecidos, como el nuestro. No entiendo por qué no piden lo mismo nuestro presidente y nuestro ministro de Economía. No entiendo por qué se busca un acuerdo que implica un ajuste, en vez de confrontar con un organismo internacional que nos estafó a los argentinos. Tal vez haya una explicación muy inteligente detrás de eso pero los resultados son malos. No es verdad que la pobreza indefectiblemente tenía que aumentar: si hubiera habido medidas redistributivas se podría haber frenado. De hecho, si se hubiera mantenido el IFE no hubiera aumentado la pobreza en el segundo semestre. Por un lado, hay una política de pisar la inversión pública, para hacer buena letra con el Fondo, y por el otro hay una teoría de la inflación que se demostró falsa. Tenemos problemas, como el precio de los alimentos y la falta de ingreso social, que requieren un Estado muy redistributivo. Nosotros tenemos un espacio político que se llama Frente Patria Grande, que tiene dos diputados nacionales, una legisladora, concejales en todo el país, somos promotores del Frente de Todos desde el principio sin haber sido y sin ser kirchneristas, y desde este humilde espacio le planteamos al gobierno que se está equivocando con la política económica y social.
—¿Hacia dónde cree que va el gobierno?
—Ahora estamos en una crisis económica, política y social que todavía no se ve tanto, porque está eclipsada por la crisis sanitaria, pero de las decisiones que se tomen en términos sociales y económicos en estas semanas y meses van a depender muchas cosas. El gobierno ha hecho mucho por calmar a los sectores de poder económico, que son voraces y presionan, y los sectores populares descansamos en que el gobierno iba a adoptar todas las medidas para protegernos y eso no pasó. Ahora tenemos que mostrar un poco los dientes, lo digo con todas las letras, para que también nos calmen a nosotros. Cada vez me convenzo más de que si bien hay cuestiones éticas tener el gobierno no es equivalente a tener el poder. La política no sabe y no puede, más que no quiere, resolver las cosas. Alberto es buena persona; quiere, pero no puede.
—Este año se cumplen veinte años de las jornadas convulsionadas de 2001, que lo marcaron para empezar a militar, ¿Qué sobrevive de ese tiempo?
—(Piensa unos segundos) Un primer elemento es que las organizaciones comunitarias, sociales, populares que organizan el trabajo de millones de laburantes que están fuera del mercado son un fenómeno que surgió en ese momento y se consolidó. La hipótesis de que el mercado no iba a absorber esa mano de obra era muy minoritaria; incluso, los movimientos se llamaban de trabajadores desocupados y pedían empleo en las empresas privadas. Con el tiempo se transformaron en movimientos de la economía popular, porque después de muchos años de crecimiento económico vieron quel el sector no era absorbido en el mercado laboral. El otro elemento es la relación entre la juventud de clase media y los sectores populares: hay gente que todavía tiene cierta sensibilidad y dice que no puede ser feliz cuando pasa esto al lado de mi casa. Ojalá que esto genere una nueva camada de militantes que sea mejor que nosotros; los que empezamos en 2001 pudimos hacer algunas cosas pero muchas otras no: hemos creado mejores pisos de organización pero no hemos podido construir una alternativa. Por otro lado, estamos viviendo cosas que expresan procesos de cambio subterráneos que en algún momento van a emerger y van a parir una nueva sociedad. Puede ser mejor que la actual o peor, pero no va a ser igual.