La concurrencia a las urnas era una de las incógnitas de la jornada tras lo sucedido en las elecciones primarias
La concurrencia a las urnas se presentaba en la previa de las elecciones legislativas como una de las incógnitas de la jornada, después de lo sucedido en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), ocasión en la que se registró la participación más baja desde que se implementaron por primera vez estos comicios hace una década, en 2011.
Concluida la votación, la Cámara Nacional Electoral disipó el interrogante unos minutos después de las 18 de este domingo, al informar que el 71% de los 34 millones de ciudadanos habilitados se acercó a los establecimientos educativos y emitió su sufragio.
El dato, que aún puede tener una leve modificación, refleja una mayor afluencia de electores respecto de los comicios del 12 de septiembre pasado, cuando la participación apenas superó el 66% del padrón. Hoy, ese mismo número casi se había alcanzado una hora antes del cierre de los comicios.
Las disparidad entre ambos procesos electorales resultó lógica, teniendo en cuenta las experiencias antiguas. De acuerdo a las cifras oficiales, históricamente las PASO tuvieron una diferencia de alrededor de 5 puntos de participación por debajo de las generales.
En las últimas generales de 2019 que tuvieron como gran triunfador el Frente de Todos la participación fue del 80,41%, lo que representó 4 puntos porcentuales por encima de la concurrencia en las PASO (76,42%).
En las legislativas de dos años antes, en las que se impuso Cambiemos en una revalidación de medio término, la diferencia fue de menos de 2 puntos (77,61% en las generales contra 75,93% en las Primarias). Pero en las de 2015, esa diferencia había sido de más de 6 puntos porcentuales (74,91% en las PASO vs 81,07% en las generales).
En los comicios de 2013 la diferencia fue de casi 3 puntos (77,64% en las generales vs 75,01% en las Primarias) y en las del debut en 2011, fue de menos de un punto.
En las PASO de este año la participación fue del 66,21%. De acuerdo a los números oficiales, sufragaron más de 23,3 millones de las 34.330.557 personas habilitadas para hacerlo en todo el país. Lo hicieron en estas PASO 2,5 millones menos que en las del 2019. El voto en las Primarias es obligatorio para los argentinos mayores de edad, hasta los 70 años, más allá de que estén afiliados a un partido político o no. La ausencia se puede justificar por encontrarse a a más de 500 km de distancia, o por razones médicas o vinculadas a la pandemia. A partir de 2012, los jóvenes de 16 a 18 años fueron habilitados a votar, aunque en forma optativa.
Hasta los comicios del 12 de septiembre último, el nivel más bajo en las PASO se había dado en 2015 con el 74,91%% de concurrencia a las urnas.
Las elecciones legislativas suelen tener menos atractivo que las presidenciales, en las que se disputan cargos ejecutivos, y traccionan menos concurrencia a las urnas.
“El nivel de ausentismo era uno de las dificultades a desentrañar” en estas Primarias, según el consultor político Jorge Giacobbe (hijo). “El comportamiento electoral histórico hasta ahora marca una merma de 6-8% entre las primarias y las generales. El ausentismo esperado (y el no esperado) impactarían mayormente sobre el voto opositor, que se recuperaría para las elecciones generales”, advirtió en su último estudio de intención de voto el titular de Giacobbe y Asociados.
Los analistas políticos coincidieron en que uno de los principales motivos de la baja participación hubo que buscarlo en el “mal humor social” hacia la política en general. Y lo atribuyeron al hartazgo frente a las restricciones impuestas por la pandemia y el deterioro económico, luego de un prolongado parate en la actividad y la suba inflacionaria. Las candidaturas al Congreso quedaron, así, demasiado “lejos” frente a las necesidades y angustias cotidianas. También la adjudicaron al desinterés por la votación entre la población joven.
Si bien la situación sanitaria por la pandemia mejoró notablemente respecto al pico de casos este año, también influyó el miedo de los votantes a contagiarse en los lugares de votación, y en menor medida, al ausentismo por los casos positivos o sospechosos, y los contactos estrechos. En la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, los jueces electorales dispusieron que estos grupos estaban exceptuados de concurrir a la votación.
El malestar social por el deterioro de la calidad de vida detectado por los encuestadores se vio reflejado en una menor concurrencia a las urnas, el voto en blanco, o el crecimiento de alternativas políticas extremas.