En un mano a mano con José Montesano y Luciano De Cecco, para el podcast Lado Corto, el punta albiceleste charló a corazón abierto sobre su trayectoria, la selección nacional y su presente en Brasil.
Facundo Conte, íntimo: la presión de llevar un apellido histórico para el vóley argentino, la evolución de su juego y el día que pensó en dejarlo todo
En un imperdible mano a mano con José Montesano y Luciano De Cecco, para el podcast deportivo Lado Corto, Facundo Conte, punta-receptor de Sada Cruzeiro de Brasil y uno de los pilares de la Selección Argentina de Vóley, se animó a hablar de todo: la presión que cargó al ser el hijo del histórico Hugo Conte y llevar un apellido que marcó a fuego este deporte, sus andanzas en el combinado nacional y las derrotas que calaron más profundo en su carrera.
“Haber vuelto a la actividad después de tanto tiempo parado fue un desafío. Fui a pasar la cuarentena en Brasil y me sirvió mucho. La verdad es que volví extrañando, queriendo jugar”, expresó el nacido en Olivos. Y agregó, sobre lo que significa el vóley en su vida: “Juego porque cuando hago un punto puedo gritar con todas mis fuerzas, con todo lo que tengo, y eso en la vida normal no lo hacés jamás”.
Además, Conte, quien aseguró que “de vez en cuando hago surf”, ahondó en las virtudes del jugador albiceleste que lo hacen adaptarse y resaltar en cualquier rincón del mundo: “El argentino se diferencia del resto por la picardía, el volumen de su juego. Eso crea una conexión con la pelota y con el juego diferente”.
Consultado por sus años jóvenes en el vóley, sostuvo que “los más lindos de mi infancia y de mi adolescencia los viví en el club. En GEBA un poco y en el Ciudad”. Y se refirió a lo que significa cargar un apellido con tantos laureles: “Fue una ventaja ser Conte, si bien por momentos tendemos a conflictuarnos por cosas que después pierden importancia con el tiempo. Cuando era chico solo quería divertirme con mis amigos del colegio y después pasé al club Ciudad. Mi viejo tenía prohibido llevarme a algún lado. No quería que nadie esté mirándome raro o chupándome las medias. Que nadie supiera nada”.
Y continuó: “Yo quería esconder que era Conte. Siempre intenté escaparme. Por momentos era engorroso, molesto, que alguien me gritara un punto por ser quien era. A mi viejo no lo dejaba venir a verme para que no haya revuelo en la cancha. Cuando venía todos le pedían fotos y yo me enojaba, pero con el tiempo todo eso me enseñó muchísimo y me dio un montón de herramientas desde muy chico. De él nunca recibí presión, sino mucha motivación y alegría. Hasta pensé en dejar el vóley, pero hablando con mi familia me di cuenta que era lo que quería, lo que me gustaba, y no podía dejarlo”.
Facundo Conte, íntimo: la presión de llevar un apellido histórico para el vóley argentino, la evolución de su juego y el día que pensó en dejarlo todo
Asimismo, Conte se tomó un tiempo para explayarse sobre sus inicios en la Selección Argentina: “Aprendí mucho en las concentraciones. El estar lejos de casa, solo, lidiar con el fracaso y que las cosas no te salgan. Todo eso fue muy importante para lo que iba a venir. Juntarnos con chicos de otras provincias y que nos den la camiseta de entrenamiento fue increíble”. Y recordó una anécdota con Hugo que lo marcó para siempre: “Antes del Mundial, mi viejo me hizo elegir entre ir al de mi categoría, la menor, o al juvenil porque estaba corto de faltas en la escuela. Me calenté mucho y no le hablé por un tiempo, pero hoy lo entiendo y si fuese padre haría exactamente lo mismo”.
Luego, comenzó a escalar peldaños a base de las temporadas y grandes rendimientos y se plantó en la Mayor: “Hubo muy buenos años y fue una experiencia zarpado siento tan chicos. Fue muy lindo ser parte de eso. Esa inconsciencia, esa vorágine de joven me sirvió para hacerme un espacio entre jugadores muy experimentados. Entrar ahí y haber estado con tantas figuras estuvo buenísimo. Mi juego fluía y encajaba en lo que el equipo necesitaba en ese momento”.
Por último, el punta de 31 años habló de una de las caídas más difíciles de digerir en su trayectoria: “Haber perdido con Brasil en los Juegos Olímpicos fue una trompada en la boca, la más fuerte que me comí. Fue una derrota muy dura. Tanto que al año siguiente decidí no estar en la selección porque estaba abatido. Me costó mucho volver a recuperar la energía y la motivación”. Y concluyó, sobre el equipo actual: “Hoy la selección argentina tiene muy buenos jugadores jóvenes e intento transmitirles la experiencia a ellos”.