Sergio y Brenda disfrutaban de la adrenalina de lo prohibido. Eran amantes. Hacía varios meses que se veían a escondidas de sus respectivas parejas formales. Para noviembre de 2017, ella contaba apenas con 27 años y un reciente título de arquitecta. Él tenía 40 años y era comerciante. Las madrugadas de Córdoba Capital, la ciudad en donde ambos vivían, eran testigo de aquellos encuentros furtivos que se daban, usualmente, los fines de semana. La relación se basaba en el sexo, que disfrutaban con locura. Y fue en una de esas noches apasionadas, de entrelazamiento de cuerpos, que todo cambió para siempre.
Aquella noche, Brenda Barattini y Sergio Fernández estaban teniendo relaciones sexuales cuando ella le propuso vendarle los ojos. Él accedió. Segundos después, la arquitecta tomó unas tijeras de podar que había escondido debajo de la cama y en un solo movimiento le cortó el pene y uno de los testículos.
Brenda tenía todo planeado. Lo había estudiado minuciosamente. Para la justicia, su intención fue la de matar a su amante con el mayor sufrimiento posible. Siete años después del hecho, Infobae revela algunos de los detalles que contiene la sentencia que llevó a Barattini a ser condenada a 13 años de prisión: sugestivas búsquedas en Google y macabras anotaciones en un cuaderno.
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El expediente que investigó lo sucedido quedó en manos de la fiscal especializada en violencia familiar Betina Croppi. Su primer objetivo fue reconstruir aquella noche. Según lo que quedó asentado en la causa, Brenda y Sergio habían comenzado su relación un año antes del hecho.
A las 22.30 de ese 25 de noviembre, la futura víctima llegó al departamento donde vivía Brenda, ubicado en la calle Chacabuco al 500, en el barrio Nueva Córdoba. Allí se había mudado algunos años antes, desde su Chubut natal, para estudiar.
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Barattini durante la audiencia judicial (La Voz / Ramiro Pereyra)
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La mujer lo recibió y subieron al departamento. Comenzaron a tener relaciones. “Era un vínculo del tipo sexual”, se lee en la causa. El momento exacto del hecho está descripto con minuciosidad por la investigadora, para entender cómo fue la secuencia.
Según lo que quedó asentado, Brenda le propuso a su amante vendarle los ojos. Sergio dio su consentimiento y ella tomó un antifaz que habia preparado con anterioridad y que había dejado a mano. Luego de eso, con ambos ya desnudos, ella se sentó sobre el pecho de él y comenzó a hacerle sexo oral. El hecho que cambiaría la vida del hombre estaba a punto de concretarse.
En esa posición y con Sergio sin poder ver nada, Brenda realizó un rápido movimiento en el cual estiró su brazo hacia abajo de la cama, donde previamente había escondido una tijera de podar oxidada. Tomó el artefacto de jardinería con sus dos manos y, sin dejar de hacerse sexo oral, le rebanó el pene y uno de sus testículos a su amante.
De inmediato, el acto sexual se convirtió en una escena dantesca. El hombre comenzó a gritar del dolor y a perder una impresionante cantidad de sangre, mientras que Brenda pedía ayuda también a los gritos. Aunque parezca increíble, a pesar de su estado, Sergio logró salir del departamento y se arrastró por las escaleras hasta subir un piso. Ya en el 7ª, se tiró contra una pared mientras suplicaba ayuda. Pocos segundos tardaron los vecinos en salir a socorrerlo.
La fiscal Laura Battistelli mostró durante el juicio la tijera de podar con la que se concretó el ataque
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Cuando los vecinos estaban ayudando a Sergio haciendo presión sobre la herida para detener la hemorragia y, al mismo tiempo, llamando al 911 para que envíen una ambulancia, Brenda se alejó unos metros y sacó su celular. Ella no llamó a emergencias. Buscó el contacto de su novio, Gonzalo Rodriguez y le pidió que fuera al departamento.
Al cabo de unos minutos, llegó la ambulancia y Sergio Fernández fue trasladado. Estuvo a punto de perder la vida por la gran cantidad de sangre derramada, pero lograron salvarlo. Por supuesto que, en esas primeras horas, los médicos se encontraron con sus genitales completamente destrozados. Sin embargo, ni el pene ni los testículos fueron amputados del todo.
Mientras Fernández se recuperaba, la fiscal Croppi comenzó la investigación para determinar qué había pasado. Fue clave la declaración de la víctima apenas pudo hacerlo. En esa primera alocución dio detalles de lo qué sucedió y ayudó a una primera reconstrucción. Barattini, a la hora de hablar, no pudo negar el hecho. Pero sí se ocupó de dar sus explicaciones de por qué había actuado así. Fueron, en total, dos versiones.
Dos versiones
Primero aseguró que Sergio había intentado violarla. Explicó que lo habia invitado a su departamento pero que, una vez allí, el hombre se había aprovechado de ella. Sin embargo, esta versión no le duró mucho. No pudo justificar que su supuesto violador haya tenido puesto un antifaz, ni mucho menos la presencia de las tijeras de podar debajo de la cama.
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Luego Brenda Barattini dio paso a una segunda versión, que sería la definitiva para ella y que la acompañaría hasta el juicio oral. Ante la justicia contó que, en realidad, había utilizado las tijeras como una venganza. Según relato, su amante había distribuido un video sexual suyo que se había viralizado y que la había afectado significativamente. Y fue por eso, que le cortó el pene. En medio de las contradiciones de la mujer y de situaciones que no podía explicar, es que llegaron los resultados de los peritajes. Piezas fundamentales para la acusación que preparaba la justicia.
Lo primero en llegar al escritorio de la fiscal Croppi fue el informe tecnológico del análisis realizado a la notebook de Brenda. Los especialistas encontraron significativas y sugestivas búsquedas de Google realizadas por la mujer días antes del hecho.
El 12 de octubre, más de un mes antes, Barattini escribió en su computadora: “cómo cercenar miembro masculino”. Ese mismo día buscó: “Detienen a mujer que intento cercenar el pene de su pareja”. No fueron las únicas búsquedas. Hubo más a medida que se acercaba el día fatídico. 48 horas después tecleó: “Operan exitosamente a hombre cuya esposa le cercenó el pene”.
Para finales de mes, sus búsquedas se centraron en lo que sería su coartada inicial. El 19 de octubre le preguntó a Google: “¿Cómo actúa el sistema penal argentino ante un caso de violación?”. Un par de días después, sus búsquedas seguían por el mismo andarivel: “Paso a paso de una denuncia de violación sexual”, “joven se defendió de violación cortando el miembro del agresor”, “se defendió de una violación” y “excarcelaron a mujer que se defendió de un abuso”.
Las búsquedas realizadas en el navegador de su computadora personal no fueron el elemento más incriminatorio. Hubo uno peor. Cuando los policías ingresaron al departamento de Brenda el día del hecho, se encontraron con un cuaderno. Cuando lo abrieron, notaron que tenía varias anotaciones con lapicera azul. Inmediatamente mandaron a peritarlo. Los resultados fueron escalofriantes porque allí realizó una especie de guía paso a paso de lo que iba a hacer.
En una de las hojas investigó la posibilidad de que alguno de los dos sea captado por cámaras de seguridad aquella noche: “Averiguar cámaras, mi edificio, casa de él”, se lee. También escribió: “Buscar coartada. Zonas posibles sin cámaras (Abasto). En otro fragmento, planificó lastimarse a ella misma para inculpar a la víctima: “Golpes con piedras (brazos y cara), tirarme sangre, pasarme sangre/lastimarme, procurar rasguños”, se lee en el manuscrito.
Macabro listado
En otra parte del cuaderno, Barattini hasta enumeró los pasos a seguir esa noche con una minuciosidad que, a sabiendas del resultado, genera escozor:
1) Dejar cinta en las huellas – asegurar huellas
2) Tijera en el piso/ entre colchón
3) Bisturí en la mesa de luz
4) Cortarle
5) Gotitas en la bombacha
6) Cinta en su mochila. Guantes.
7) Huella celular
8) Borrar fotos – borrar chats
Fuente: Infobae