Con Vecchio como estandarte, el Central del Kily superó 3-1 al decano porque fue superior y pegó en los momentos justos.
Los protagonistas del segundo gol festejan: Blanco, Vecchio y Ruben.
Un primer tiempo de mucho aplomo, inteligencia y eficacia. Un segundo de algunas vacilaciones, pero a la postre un rendimiento convincente de un Central que hizo lo que debía: ganar. Y lo logró con solvencia, algunos destellos de buen juego, pero sobre todo con compromiso. El 3 a 1 sobre Atlético Tucumán no dejó dudas de que el equipo del Kily fue más y un justo ganador.
Si de obligaciones se trata, Central entendió que debía ser el equipo que impusiera condiciones, que marcara el ritmo del juego, por eso salió a jugarlo de esa manera, con una postura quizá no tan agresiva pero sí insistente. Con Vecchio aportando en cuentagotas, Lo Celso e Infantino fueron que los que en cierta forma tomaron la manija. La claridad en las situaciones no eran pronunciadas, pero sí el dominio. Infantino probó de arranque de afuera, Martínez lo tuvo de zurda después de un centro preciso de Vecchio y como esas algunas otras más, como esa en la que entre Vecchio y Ruben no pudieron finalizarla de manera oportuna tras el cetro de Gamba.
A Central le faltaba el gol, pero a esa altura sabía cuál era el camino, con la pelota al pie, buscando progresar en bloque y con asociaciones. Es cierto que el primer gol nació de una pelota parada, pero fue una muestra de esa apuesta. Porque Lo Celso, la movió, Vecchio la jugó hacia atrás para Blanco y el centro del lateral encontró a Ojeda en soldad ingresando en el segundo palo. Gol y justicia en un Gigante que a esa altura veía que Central estaba haciendo mejor los deberes que el rival.
Casualmente ese gol fue lo que provocó cierta relajación en el canalla, que no sólo dejó de presionar, sino que retrocedió y cedió pelta y terreno. No fue casualidad que Broun tuviera que esforzarse un par de veces (primero para tapar un cabezazo de Rius y después para sacar del ángulo un remate de Junior Benítez). Ahí fue cuando Vecchio empezó a pedirla más, a jugar con mayor decisión y a desnivelar cada vez que lo intentaba.
Eso fue lo que hizo crecer a un Central que sobre el minuto 40 lo tuvo en los pies de Infantino con un fuerte remate de afuera del área, y que logró estirar la ventaja con otro centro de Blanco que amortiguó de manera magistral para que Vecchio le pusiera su sello. Otro golazo, esta vez para permitir una ida a los vestuarios con mucha más tranquilidad
Paradójicamente esa ventaja pareció jugarle en contra a Central, que entró dormido al segundo y fue un equipo inexpresivo, cometiendo algunos errores infantiles en el fondo que lo pusieron aprieto. El canalla se transformó en un equipo de jugadas más que de juego. Porque tuvo algunas chances en los pies de Martínez, de Ruben y de Gamba, pero sin demasiada hechura.