La estrategia de Beijing en materia de telecomunicaciones y tecnología de la información busca convertir al país asiático en la potencia cibernética dominante en este siglo, capaz de ejercer una influencia asimétrica sobre los sistemas globales, advirtió un reciente informe del Brookings Institution
Mientras en el escenario internacional China obra para que sus redes de telecomunicaciones se conviertan en el nuevo estándar global, en el plano interno advierte sobre los riesgos de depender de la tecnología extranjera, un doble discurso que esconde las reales ambiciones del régimen de Xi Jinping.
La estrategia china, que tiene las redes 5G de Huawei como punta de lanza, queda en evidencia en las declaraciones que el proprio presidente chino y otros altos funcionarios han hecho sobre el tema, según un reciente informe de Brookings Institution titulado China como una gran potencia cibernética: las dos voces de Beijing en las telecomunicaciones.
“La frase ‘gran potencia cibernética’ es un concepto clave que guía la estrategia China en las telecomunicaciones, así como también en tecnología de la información. Aparece en el título de casi todos los discursos importantes del presidente XI Jinping en la estrategia de redes y telecomunicaciones de China dirigida a una audiencia nacional desde el 2014″, se lee en el informe.
Sin embargo, según los expertos de Brookings, “Beijing diluye intencionadamente sus ambiciones para no alertar a las audiencias extranjeras”.
Por un lado, explica el documento, en los foros internacionales el régimen “enfatiza los mercados libres, la apertura, la colaboración y la interdependencia, temas que sugieren que Huawei y otras empresas chinas deben tratarse como otros actores del sector privado global y se las debe incluir en las redes extranjeras”.
Por otro lado, en un plano domestico, el discurso oficial “hace hincapié en los límites de los mercados libres y, por consiguiente, en la necesidad de políticas industriales y control gubernamental para proteger las tecnologías, las empresas y las redes, el peligro de depender en la tecnología extranjera, el valor competitivo de establecer estándares internacionales, y, lo que subyace todo esto, la inevitabilidad de la competencia en materia de tecnología de la información”.
En otras palabras, como sugirió el presidente Xi en sus distintas intervenciones, para Beijing la interdependencia es buena si deja a otros países dependientes de China.
Según el el trabajo del influyente centro de investigación estadounidense —Rush Doshi, uno de los autores del informe, es ahora el director para China en el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos— las ambiciones de Beijing en materia de telecomunicaciones y tecnología de la información forman parte de una estrategia más amplia que busca convertir al país asiático en la potencia cibernética dominante en este siglo.
La estrategia de la gran potencia cibernética es el modelo con el cual China busca dar forma a los estándares y plataformas de la red de la Cuarta Revolución Industrial
Beijing considera que se encuentra en un momento histórico en el que tiene la oportunidad de establecer los nuevos estándares globales en este sector, de la misma manera que Estados Unidos y Europa lo hicieron durante la última Revolución Industrial y les permitió liderar el orden mundial de los últimos 180 años.
“Es un proyecto global y competitivo”, dijo Emily de La Bruyère, una de las autoras del informe, durante una conferencia en línea. “Efectivamente, la estrategia de la gran potencia cibernética es el modelo con el cual China busca dar forma a los estándares y plataformas de la red de la Cuarta Revolución Industrial”.
La estrategia fue planteada públicamente por primera vez por Xi Jinping en 2016, mucho antes que la guerra comercial y las restricciones de la administración Trump contra Huawei pusieran el tema en agenda.
“El control de las tecnologías esenciales por parte de los demás es nuestro mayor peligro oculto”, dijo el mandatario en un discurso en el Foro sobre seguridad cibernética y trabajo informatizado. “No importa cuán grande sea una empresa de Internet, no importa cuán alto sea su valor de mercado, si depende en gran medida de países extranjeros para sus componentes centrales y si la arteria principal de la cadena de suministro está en manos de otros, es como construir una casa sobre los cimientos de otra persona”.
De acuerdo a los especialistas de Brookings Institution, esa cita sugiere que Beijing persigue su ambición desplegando una política industrial que se centra no sólo en tecnologías avanzadas y sus aplicaciones, sino más bien en el control de los insumos industriales y tecnológicos necesarios para su realización, como tierras raras, sensores y chips.
De esta manera, China busca garantizar su autonomía dentro de las cadenas de suministro globales al mismo tiempo que consolida una posición dominante a nivel internacional, alentando a empresas estrechamente vinculadas con el régimen —como Huawei— a penetrar en el mercado global para que se vuelva dependiente aún cuando China sigue teniendo una relativa independencia.
Paralelamente a esta política industrial, Beijing también busca influir a nivel mundial para que sus sistemas de telecomunicaciones se conviertan en los estándares globales, incluso en un plano normativo.
Así lo revela otra afirmación realizada por Xi Jinping en 2016: “Debemos acelerar la promoción del poder normativo de China en el ciberespacio”, dijo entonces el mandatario.
La cuestión de la seguridad también es primordial para Xi, que ha declarado reiteradamente que “sin seguridad cibernética, no habrá seguridad nacional”. En consecuencia, el presidente chino argumenta que solo debe adoptarse tecnología extranjera que sea “controlable”.
El informe de Brookings Institution advierte que, si los planes de China en materia de telecomunicaciones tienen éxito, el régimen comunista tendría una influencia asimétrica sobre los sistemas globales.
De esta manera podría, por ejemplo, controlar el suministro de semiconductores a nivel mundial sin temor de represalias, o violar las redes de otros países sin que la suya se vea afectada de la misma manera.
La estrategia es más grande que espiar. Se trata realmente de un control global habilitado por la información
Asimismo, el régimen chino podría usar su tal poder para fines coercitivos en materia militar y civiles, advierte el informe. De hecho, en el plano interno Beijing no esconde que considera redes comerciales como el 5G elementos centrales de una integración cada vez más profunda entre los sectores civiles y militares.
“Debido a la naturaleza altamente monopólica de los sistemas de tecnología de la información, es poco probable que haya dos sistemas diferentes para el uso militar y civil. En particular, es necesario [para China] integrar los recursos militares y civiles a través de un sistema de fusión cívico-militar”, argumentó en 2016 Qin An, director del Instituto Chino de Estrategia del Ciberespacio.
Esto, según los especialistas del Brookings, sugiere que el país podría usar esas redes podrían tanto para respaldar operaciones cibernéticas como para lanzar operaciones de propaganda y desinformación.
“Muchas de las preocupaciones sobre las ambiciones 5G de Huawei y China en el pasado se han orientado realmente en torno a al riesgo del espionaje chino”, explicó De La Bruyère. “Pero la estrategia aquí es más grande que espiar. Realmente se trata de un control global habilitado por la información”.
Para impedir que se cumplan los deseos de Xi Jinping Estados Unidos y sus aliados deberán necesariamente trabajar juntos para impulsar políticas industriales que reduzcan su dependencia “realmente crítica” en lo que respecta los insumos industriales y tecnológicos, según Brookings.
Lograrlo también requerirá la colaboración del sector privado, ya que las empresas son los actores dominantes en la configuración de estándares o redes.
“China trabaja para establecer estándares en 5G a fin de superar a Occidente”, concluyen los especialistas de Brookings. “Nosotros también tenemos que tratar esto como una competencia”.