El Fortín se impuso al equipo ecuatoriano con goles de Almada, Janson y Mancuello, mientras que Zunino marcó para los visitantes. Con este resultado, los de Pellegrino quedaron segundos en el grupo G y llegan entonados al partido del domingo ante Racing.
Ganó el partido que tenía que ganar. Y lo hizo con mucha autoridad. Vélez no se vio condicionado por el peso de las responsabilidades, despachó a Liga de Quito con contundencia y momentos de buen juego, lo superó en la tabla de posiciones y se acomodó como escolta de Flamengo en el grupo G de la Copa Libertadores. El conjunto de Liniers, que había comenzado su andar en el máximo certamen continental con dos derrotas que lo complicaron ante Flamengo (3-4) y Liga (1-3), comienza a asomar la cabeza y ver un panorama más claro luego de ganarle con mucho carácter a Unión La Calera (2-0) y a los ecuatorianos.
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Vélez, moldeado por la muñeca de orfebre de Mauricio Pellegrino, es pragmático. El técnico le aportó orden a la frescura, el desparpajo, la dinámica y la rebeldía que los juveniles tienen por naturaleza. Se trata de un equipo que sabe a qué juega. Un conjunto que puede darse el lujo de rotar y tener a Ricardo Centurión sentado en el banco de suplentes y de sacar rédito de su capacidad de desequilibrio individual y desborde cuando entra con las piernas frescas para aportar oxígeno y encarar a defensores cansados. Un plantel que también cuenta con una figura de la talla de Federico Mancuello, quien ingresó y, oportuno, aprovechó un error del rival para sellar el tercero.
El Fortín intenta mantener el equilibrio sin que eso implique cortarles las alas a aquellos futbolistas que vuelan como los extremos Agustín Bouzat y Lucas Janson. El equipo también sabe combinar el vértigo de la salida punzante por las bandas con la pausa de Thiago Almada, quien con apenas 20 años se anima a pedir siempre la pelota, no arruga cuando cortan su juego con duras infracciones y no se achica ni siquiera ni siquiera ante el impacto anímico de fallar un penal en el amanecer del encuentro, tal como le sucedió ante Liga. Un Almada que, por cierto, fue suplente en varios partidos del ciclo de Pellegrino, pero que se ganó la titularidad a fuerza de goles y buenas actuaciones.
Lucero, aún sin convertir, es un engranaje que desempeña un papel importante en el funcionamiento colectivo. El delantero desgasta a los zagueros física y mentalmente con su movilidad permanente y tiene capacidad asociativa para salir del área e integrarse al circuito de juego con Bouzat, Almada y Janson. Como contrapartida, Vélez sufrió a espaldas de ambos extremos, quienes son más aptos para atacar que para defender. Es por eso que Muñoz y Arce fueron incisivos cuando encararon a Guidara y Ortega, quienes en ocasiones quedaron defendiendo en inferioridad numérica. El esquema 4-2-3-1 que empleó Pellegrino requiere mucho sacrificio por parte de quienes hacen la banda para ubicarse por detrás de la línea de la pelota ante la pérdida y proyectarse de inmediato luego de cada recuperación. En definitiva, la manta no siempre alcanza para cubrir todo a pesar de que el Fortín intenta ser un equipo corto.
Con la victoria ante Liga de Quito, los de Liniers hilvanaron su cuarto triunfo consecutivo, con 11 goles a favor y apenas uno en contra. El conjunto de Pellegrino, quien guardó a algunos jugadores, llega entonado y en alza al partido crucial que se jugará el domingo contra Racing.